23.5.10

Me llamo ezequiel y así será siempre



“Siempre había cierto misterio entorno a él. Algo así como si caminara acompañado por un continuo trasfondo de slide guitar; algo así como si avanzara envuelto por la banda sonora de París, Texas; algo así como si fuera un chico del desierto, o un chico del mar, o un chico del espacio o de cualquier extensión lejana e infinita. Sí, siempre había un aura misteriosa en él, y cuando se detenía y se quedaba absorto mirando cualquier detalle, cualquier motivo aparentemente insignificante, yo lo observaba a él observar y comprendía que mi hermano Ezequiel era un ser que sentía demasiado y sufría por ello. Su mirada, a veces reservada, a veces atrevida hasta el punto de resultar ofensiva, buscaba sin descanso el interior de las cosas, el interior de las personas. Sus ojos oscuros sólo sabían mirar hacia dentro, como si en ellos se concentrara la certeza del destino. Nunca miraba de soslayo, sino siempre de par en par y de manera fija e intensa como si utilizara un taladro visual. Miraba más allá, más allá que todos nosotros, y, sin duda, más allá de todos nosotros...”


El aire es caliente, se mezcla con el humo sabor cereza, es casi ondulado, muy suave. La luz tenue se puede acariciar, despacito hasta que se esconde. Me gusta sentir el tacto frío de las sábanas en mi piel, creo que lo añadiré a mi lista de pequeños placeres. Es tarde, pero creo que dormiré bien.




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